Hoy en día, (y con más razón a causa del COVID) la Responsabilidad Social es un factor a tener en cuenta, ya que la forma que tenemos de comportarnos con el entorno que nos rodea y con los demás, influye de forma directa y proporcional en la sociedad que queremos construir. Esta responsabilidad (que todos tenemos) no puede depender de voluntariedad, va mucho más allá.
La Responsabilidad Social Corporativa (RSC) es un concepto antiguo (e incluso me atrevería a decir que ya está algo “oxidado”). A pesar de sus muchas interpretaciones, cuando hablamos de RSC, nos referimos a la forma en la que la empresa gestiona su comportamiento, dando respuesta a una exigencia social cada vez más obstinada y generalizada que debe conocer y tener en cuenta.
La RSC es un término muy ligado al de sostenibilidad (aunque no es lo mismo). La sostenibilidad se basa en entender que los recursos son escasos y las necesidades ilimitadas, lo que nos obliga a actuar rápidamente dando una respuesta contundente a posibles necesidades futuras y construyendo entre todos un “equilibrio común”. La sostenibilidad lucha contra dos grandes enemigos que nos amenazan con persistencia; “la escasez y la desigualdad”, siendo enemigos muy astutos y difíciles de combatir. La RSC no tiene sentido sin la sostenibilidad, una no existe sin la otra, ambas deben complementarse y entenderse, y sin duda, son el arma más eficaz que tiene la empresa para combatir al enemigo.
Hace algunos meses, tuve una pequeña discusión (afable y en confianza) con un alumno del curso de “Gestión de Entidades No Lucrativas”, acerca de la voluntariedad de la empresa en implantar políticas sociales. Mi alumno argumentaba que las empresas tenían sólo un cometido; “generar beneficios”, y que su acción social no formaba parte de esa finalidad, por eso respaldaba la iniciativa voluntaria de la Responsabilidad Social. En parte tenía razón, la empresa debe generar beneficios, pero como yo le dije; “no a cualquier precio”.
No hay duda de que las empresas de capital son creadas para generar dinero, un accionista invierte en busca de una rentabilidad, y es totalmente legítimo, pero si la empresa no tiene en consideración el “cómo hace las cosas y que impacto tienen” está cometiendo un error, porque no está considerando el largo plazo, y tarde o temprano, el cliente “castiga” su comportamiento.
No debemos engañarnos. Por tradición pensamos que la RSC nace de la voluntariedad, de un compromiso que va más allá de las normas legales establecidas, y a través del cual, la empresa “se humaniza”, pero, sin embargo, la RSC también responde a una necesidad estratégica y puramente empresarial, fundamentada por la forma en la que genera utilidad o satisface necesidades (en este caso, de carácter social), y, en consecuencia, por su capacidad de ser más competitiva. Al tener en cuenta esta circunstancia, la voluntariedad de la RSC pierde fuerza en contraposición de una exigencia de carácter competitivo y de mercado, definido por otro tipo de demanda (basada en valores y comportamiento) que la empresa debe tener en cuenta, y a la que debe responder con contundencia, y no siempre lo tiene en cuenta.
No cabe duda, que la RSC debe ser algo prioritario para la empresa, incluso debe contribuir a transformar su misión (o identidad), haciéndola visible y garantizando el impacto deseado en su entorno. Sólo de esta forma, la empresa gestionará su comportamiento de forma adecuada, es decir, hará bien las cosas, y no pondrá en peligro su propia supervivencia.
Desde el Grupo CECAP y su Escuela de Desarrollo e Innovación Social (EDIS), ayudamos a las empresas a que su Responsabilidad Social no se quede sólo en buenas intenciones, acompañándolas para que gestionen bien su comportamiento, fortalezcan su misión, y mejoren su competitividad.
Vicente Martínez Medina
Grupo de Entidades Sociales CECAP
+34 925 620 296
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EDIS ofrece programas adaptados a las necesidades del mercado y capacitan al alumno en todas las habilidades y destrezas profesionales que deberá afrontar en su puesto profesional.